29/01/2024 (Ciudad de México). En el viejo continente continúa la ola de protestas de agricultores en distintos países, en un contexto marcado por el debilitamiento de la Unión Europea y el fin de la época dorada. Bajo las nuevas circunstancias, las tensiones entre los gobiernos que aplican las políticas acordadas en el bloque europeo y los agroproductores se multiplican.

Mencionemos a modo de antecedente, que no por ser algo lejano ha perdido actualidad, las primeras manifestaciones ocurridas en los Países Bajos el año 2019 contra las políticas que reducir a la mitad la producción ganadera para disminuir las emisiones de óxido de nitrógeno, que causan efecto invernadero. Por entonces, el gobierno del liberal Mark Rutte tuvo que hacer algunas concesiones que terminaron apuntalando el discurso “antieuropeista”, lo que fortaleció a la extrema derecha, que recientemente terminó ganando el gobierno con Gert Wilders, que entre otras cosas propone disminuir el Estado y el “Súper Estado” (la Unión Europea) en favor de los ciudadanos.

El impacto de la pandemia del Covid el 2020 y el inicio de la guerra de Ucrania el 2022, golpearon duramente a los agricultores. Las políticas de subsidios con que la Unión Europea les había beneficiado por décadas, dieron paso a los recortes presupuestarios gubernamentales, al aumento de los impuestos, la lentitud administrativa y el incremento del precio de los carburantes, por la abrupta interrupción de las compras de petróleo y gas (voladura de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en el Mar Báltico, mediante) provenientes de Rusia.

En estos últimos años, dos cosas desbordaron la paciencia rural europea: 1) El 24 de mayo de 2022, como parte de la ayuda de la Unión Europea a su vecina Ucrania, que no es miembro pleno pues todavía está en proceso de adhesión desde febrero de ese año, el Consejo Europeo adoptó un “Reglamento de Liberalización temporal del comercio” de productos de Ucrania, que contemplaba ingreso libre a los mercados europeos de frutas y hortalizas, productos agrícolas y productos agrícolas transformados. 2) La presión de la Unión Europea por firmar un acuerdo de libre comercio con los países del Mercado Común del Sur (Mercosur), que son Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Argentina, todos países con potencial agrícola y ganadero.

Así se explica que en España, Alemania, Países Bajos, Italia, Rumania y Polonia se han visto numerosas marchas, cierres de carreteras, desfiles de tractores con que los productores rechazan el incremento del precio de la gasolina, la obligatoriedad de importaciones ucranianas y las estrictas regulaciones ambientales.

Ahora tocó el turno a Francia, donde los agricultores en varias ciudades incendiaron fogatas y arrojaron excremento de vacas a los edificios públicos, cerraron las vías de acceso al aeropuerto Charles De Gaulle y otras vías hacia la capital París, prácticamente sitiándola. Sus reclamos tienen que ver con: 1) Bajos ingresos y altos impuestos, 2) Burocracias excesivas de la Unión Europea, 3) Competencia desleal de Ucrania, 4) Eliminación de una exención sobre el combustible, 5) Restricciones medioambientales.

Pero estas manifestaciones, que como toda lucha social tienen legitimidad, no se las puede analizar solamente por sus métodos que expresan rebeldía y radicalidad, se debe saber hacia dónde conducen. Por lo que es necesario ver cuál el discurso que manejan y cuáles las tendencias que fortalecen. Y el discurso es antiestatal, nacionalista y contrario a la Unión Europea. Por lo que no es de extrañar que la extrema derecha intente aprovecharlas para desgastar a gobiernos moderados como el de Emmanuel Macron en Francia o el de Olaf Scholz en Alemania, y así ganar las elecciones europeas de junio de 2024.