En una ceremonia que combinó oropel institucional, presencia de adherentes en las calles y liderazgo carismático, el neofascista Javier Milei asumió la presidencia de Argentina.
11/12/2023 (Ciudad de México). No pronunció su discurso ante el Congreso, sino ante una concentración de gente (menor a la prevista por los organizadores) en las afueras. Y lo hizo flanqueado por liderazgos tradicionalistas y ultraderechistas: Orbán de Hungría, Felipe VI de España, Zelensky de Ucrania, Lacalle de Uruguay, Peña de Paraguay y Noboa de Ecuador. Por ahí cerca también estaban Abascal, el dirigente de Vox de España y Bolsonaro, ex presidente brasileño procesado por golpista en su país. ¿Cómo entender la presencia de Gabriel Boric de Chile en semejante cónclave derechista?
En su alocución, Milei volvió a repetir varias inexactitudes históricas y malas estadísticas económicas. Sería largo enumerarlas en este espacio corto. Pero es necesario decir que el mito que, como parte de la batalla cultural con la izquierda, repite la derecha conservadora rioplatense de que “Argentina fue primera potencia mundial en el siglo diecinueve” no se corresponde con la realidad. Tal afirmación se basa en un discutible “Informe Groningen” de medición del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita (por persona), que ha sido refutado por estudios serios de historia económica, que llegan a la conclusión de que, aun asumiendo que Argentina tuvo el mejor nivel de desarrollo en Latinoamérica a fines del siglo diecinueve, nunca se posicionó en el primer lugar a nivel mundial. Es más, estadísticas oficiales demuestran que el mejor registro que tuvo Argentina de PIB per cápita desde el año 1900 hasta la fecha, fue el 2011, nada menos que durante el kirchnerismo.
“El gobierno populista nos deja una inflación plantada de 15.000 por ciento”. Esto que dijo Milei ayer es no sólo una afirmación carente de rigor econométrico (la cuantificación de los fenómenos económicos) sino una abierta manipulación cuyo objetivo es incrementar el miedo de la población a la subida de precios utilizando un concepto (“inflación plantada”) que no existe en ningún diccionario de economía.
Luego de este sofisma, Milei planteó dos premisas, estas sí reales: 1) “El déficit fiscal es del 15% del PIB”, 2) “no hay plata ni hay financiamiento”. Lo que le permitió apuntalar su programa económico del primer año: ajuste con shock.
Milei ha dicho que el ajuste será en el Estado (del 5% del PIB), pero llegará a la sociedad. Poniéndole números, ese 5% del PIB significan 20.000 millones de dólares, que no sólo afectará los gastos de funcionamiento (con una disminución del número de ministerios) sino también una caída en picada de la inversión pública, tanto productiva como social (los neoliberales denominan a esto “gasto social” y en México se les conoce como los “Programas del Bienestar”). Este recorte generará estancamiento económico con inflación (estanflación) por lo que el ajuste originará más pobreza. Milei ha reconocido tal extremo.
La parte final de su discurso le dedicó al componente represivo. Un ajuste semejante no puede aplicarse sin que haya reacciones populares, a lo que el neofascista ha reiterado sus advertencias: “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”, “el que corta la calle no cobra”. Por su parte, sus adherentes coreaban “policía, policía”, lo que ya anuncia que será un gobierno que usará la fuerza pública en toda circunstancia, derivando esto en un régimen de vulneración estructural de los derechos humanos. Será el neofascismo en acción.
En México, en el espectro derechista ya se escucharon reacciones. Recordemos que los seguidores de Xochilt Gálvez –abanderada del PRIAN- expresaron su deseo de que también en México ocurriese algo parecido a lo que sucedió en Argentina, la propia dirigente panista expresó tal cosa. Esta vertiente de derecha conservadora, que en algún momento hasta intentó mimetizarse como progresista, alaba un programa económico como el de Milei, que empobrecerá aún más a los pobres. Es sabido que en México el perfil político más parecido a Milei es el del ultraconservador José Eduardo Verástegui, que viajó presuroso a Buenos Aires para el festejo del neofascista.