07/11/2023 (Ciudad de México). Los entusiastas que hablan de “segunda ola progresista” resaltan el triunfo de López Obrador en México el 2018, el de Arce en Bolivia el 2020, el de Castillo en Perú el 2021, los de Boric en Chile, Lula en Brasil y Petro en Colombia el 2022, como hechos que demuestran tal oleaje. Pero se olvidan de reseñar las victorias de los derechistas Bukele en El Salvador el 2019, Lacalle en Uruguay el 2020, los golpes de Estado en Bolivia el 2019 y en Perú el 2022, o los recientes triunfos de Peña en Paraguay y de Noboa en Ecuador.

Esta cadena de hechos demuestra que lo correcto, en vez de hablar de olas, es definir a América Latina como un enorme campo de lucha entre tendencias transformadoras y tendencias conservadoras e incluso ultraconservadoras, como las que se están fortaleciendo en Argentina y Chile.

Sin embargo, en la última semana, se han producido nuevos hechos que afectaron a dos gobiernos, el de Uruguay y el de Perú.

En el caso uruguayo, gobierna una coalición de derechas, encabezada por el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente. El presidente Luis Lacalle Pou ha tenido una gestión en que la pandemia del 2020 y la crisis del agua este 2023, significaron momentos problemáticos. Pero nada comparable al escándalo originado por la otorgación de un pasaporte a Sebastián Marset, un cabecilla del narcotráfico buscado por la DEA y por la Interpol, que se movía entre varios países (Bolivia, Paraguay y Uruguay) haciéndose pasar por futbolista. Lo peor no fue la entrega del pasaporte, sino el intento por encubrir los hechos y ocultar información a la Fiscalía que investigaba el hecho. La conspiración –que incluyó una ilegal sugerencia de “hacer perder un celular” con conversaciones sospechosas- se hizo en una reunión entre autoridades de la Cancillería y el Ministerio del Interior, en que también se implicó un cercano asesor de la Presidencia. Estalla el escándalo con la confesión legal de una de esas personas, lo que ha llevado a las renuncias del Canciller Francisco Bustillo, la Vicecanciller Carolina Ache, el Ministro del Interior Luis Alberto Heber y el asesor Roberto Lafluf.

El presidente Lacalle tuvo que reconocer que solicitó que se haga la mencionada reunión en la que se conspiró, dando pie para que el Frente Amplio –la oposición de izquierda- afirme que el presidente se equivoca si cree que volcó la página, pues “esta página apenas inicia”. El caso seguirá desgastando al gobierno, ya que en el Congreso Nacional se ha conformado una Comisión Legislativa para investigar las implicaciones de la acción presidencial.

El caso del Perú, donde gobierna Dina Boluarte, luego que a fines del año pasado fue derrocado por el Congreso el presidente Pedro Castillo –electo en las urnas el 2021- originando una crisis política en que sucedieron grandes protestas contra el nuevo gobierno, al que sectores populares denominan “gobierno ilegítimo y usurpador de la voluntad popular”. En esas protestas murieron 70 personas por la represión policial y militar ordenada por Boluarte. Y una de las personas que se encargó de dirigir la campaña internacional de desinformación sobre la situación peruana y las violaciones a los derechos humanos, fue la Canciller Ana Cecilia Gervasi.

Gervasi ahora pone al gobierno de Boluarte en situación delicada, por haber mentido al Congreso asegurando que la mandataria peruana se reuniría con el presidente de Estados Unidos Joe Biden en una reunión bilateral supuestamente pactada para realizarse en Washington, con motivo de la Cumbre inaugural de la “Asociación para la Prosperidad Económica en las Américas” la anterior semana. Con esa argucia la Canciller pudo conseguir la autorización legislativa para el viaje.

Pero tal reunión bilateral nunca ocurrió pues no había sido gestionada diplomáticamente. Pescada en su mentira Gervasi tuvo que dimitir, arrastrando también al embajador de Perú en Estados Unidos, Gustavo Meza-Cuadra. Este escándalo debilita aún más al gobierno de Boluarte, que pretende quedarse en la presidencia hasta el 2026, pese a su impopularidad.