Por Axel García A.

En las últimas semanas y meses, la atención en torno a Argentina se ha centrado en la figura de Javier Milei, quien empezó como un personaje habitual en programas de debate y terminó siendo el político más votado en las elecciones de definición de candidaturas (PASO).  Su éxito entre la población argentina no tiene una sola explicación, pero sin duda su imagen enfurecida corresponde con la de un electorado golpeado por los vaivenes económicos, una creciente devaluación del peso frente al dólar, el mercado negro de divisa, y una inflación anual de más del cien por ciento.  El programa de Javier Milei propone eliminar estos desequilibrios del mercado, para lo cual pretende impulsar un programa de dolarización, desaparición del Banco Central, eliminación de la educación pública, desaparecer el 90 por ciento de los ministerios (secretarías), permitir la venta de órganos y de personas, privatizar todas las calles del país, y permitir la libre portación de armas.  Es por ello que la campaña en Argentina y sobre todo el seguimiento desde otros países como México se ha centrado en demasía en advertir sobre el neofascismo de Milei, mucho más que en describir quién es el candidato que lo enfrenta: el actual Ministro de Economía Sergio Massa.

 Para quien haya seguido las tres anteriores elecciones en Argentina, puede resultar un poco sorpresivo que el candidato del peronismo (agrupación política que deriva del Partido Justicialista (PJ) fundado por Juan Domingo Perón) sea un candidato que en pasadas elecciones compitió en oposición a una de las facciones herederas del PJ, el Frente para la Victoria, (que luego fue el Frente de Todos y que hoy se llama Unión por la Patria). Pero si nos remontamos más atrás, Sergio Massa no sólo fue un destacado político dentro del kirchnerismo, sino que incluso llegó a ser Jefe de Gabinete durante el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. 

Pero Sergio Massa salió de mala manera del kirchnerismo y formó el Frente Renovador. Enfrentó furiosamente a Cristina y Néstor, amenazó con declararle una guerra al narcotráfico, denunció la grieta (lo que en México la prensa conservadora le llama fríamente “polarización”) y atacó a las juventudes militantes del peronismo, entre ellas la agrupación La Cámpora. ¿Cómo terminó entonces Sergio Massa siendo el candidato a la presidencia de la facción izquierdista del peronismo? Parte de la explicación está en el lawfare o guerra jurídica, que ha establecido una compleja red de acusaciones contra Cristina Fernández, con las cuales si bien directamente no le prohíben presentarse a la candidatura, sí es un botón rojo que le da una ventaja considerable a la derecha y su aparato judicial para poder accionar en caso de emergencia electoral. Es la propia Cristina la que habría operado la candidatura de Sergio Massa, un hábil y camaleónico político capaz de negociar con todas las fuerzas sociales, hacer un nuevo pacto frente a un empresariado enfrentado al gobierno, y un interlocutor que Estados Unidos considera válido para negociar con el FMI, cuya deuda es el principal lastre económico para el desarrollo de Argentina. 

El kirchnerismo es una fuerza política de izquierda, tal como se comprende en la mayor parte del mundo: abiertamente antineoliberal; a favor de la recuperación de la memoria histórica ante los crímenes de estado cometidos por la dictadura militar; reconoce la guerrilla de los años setenta como una forma de lucha política -en ese entonces válida- por un mejor mundo (luchas de las cuales fueron parte Cristina y Néstor Kirchner); está a favor de una alianza latinoamericana sin el yugo de los Estados Unidos; en favor de la política redistributiva con planes sociales que permitan a los más desfavorecidos gozar de un piso de bienestar; en favor de la educación pública, gratuita y de calidad; y en defensa de todos los derechos conseguidos por las y los trabajadores. También reconoce la importancia de la lucha sindical, el derecho a recibir aumentos salariales por encima de la inflación, y un largo etcétera. Esto, que es una política claramente de izquierda, no basta para que el peronismo se defina como un proyecto izquierdista, por razones históricas y de diversidad de expresiones políticas que serían largas de explicar en este espacio. También porque, a diferencia de otros países, hay partidos socialistas que se denominan como “la izquierda” que son parte del juego electoral. Entre todo este entramado, surgen dudas como: ¿es Sergio Massa la propuesta del peronismo de izquierda (porque también hay los peronismos de derecha)?; ¿es compatible con los principios de defensa de las y los trabajadores argentinos y con el proyecto de Patria Grande?  

De entrada, la apuesta por Massa parece un claro traslado al centro político, pero frente a la candidatura de Javier Milei, Massa se posiciona como un férreo defensor del Estado, garante de la educación y salud públicas, de los subsidios, y las tarifas diferenciadas de la energía y transporte.  Por ello su campaña puede basarse casi exclusivamente en contrastes, ante la idea de eliminar todo subsidio, él contesta, “prefierís pagar sesenta o mil cien pesos por viajar en tren”.  

Su propuesta económica la ha enunciado en su programa como: “Orden fiscal, superávit comercial, acumulación de reservas para sacarnos al Fondo [Monetario Internacional (FMI)] de encima y el desarrollo con inclusión”. Salvo por el reclamo de independencia ante el FMI, podría ser un programa de cualquier espacio del espectro político, pero es importante señalar que ante la volatilidad de la economía argentina, lo que más desea saber el electorado es cómo acabará con la inflación el próximo presidente, con el agravante de que Massa, como ya dijimos, es el actual Ministro de economía, y ha fracasado en sus predicciones inflacionarias.  

Sergio Massa declara en su programa “2024 será un gran año en el sector externo, con un superávit comercial significativo, no sólo por la mejora en el clima que beneficia las exportaciones tradicionales del sector agrícola, sino también los aportes de Vaca Muerta (US$ 5000 millones) y del litio (US$ 2.000 millones). Por ende, se eliminarán las expectativas devaluatorias, y por consiguiente su traslado a precios internos”.  Decirle al electorado argentino que el plan para superar la inflación es que el próximo año habrá superávit comercial con esta fraseología, parece frágil frente a propuestas de producto milagro como la dolarización, fácil de recordar y apetecible para quien no sabe (o le importan) las consecuencias. 

Quizá lo que más pudiera ayudar a contestar quién es Sergio Massa, es aquello que ha definido su política en los últimos meses, pese a que podemos valorarlas también como acciones de campaña.  En primer lugar, es notable cómo ha enfrentado a los sectores que, cual émulo de Salinas Pliego en México, hacen maniobras para no pagar impuestos.  RadioGraficaFM recupera de uno de sus recientes discursos este fragmento: 


Gobernar es tomar decisiones y si querés beneficiar a la mayoría hay minorías que se tienen que adaptar a regla. Eso siempre te genera enemigos. Yo a eso no le tengo miedo, expresó el candidato que luego habló del empresariado nacional:Grandes señores que después los escuchas hablar de la necesidad del equilibrio fiscal… Sería bueno que algún día se muestre cómo esos señores licuan deuda con el Estado para no pagar impuestos. 

Pero sin duda el tema más representativo de las últimas semanas es el de su papel frente a la especulación con los precios de las gasolinas.  De pronto no había nafta (como conocen al combustible en Argentina) en las estaciones de servicio, debido a que las petroleras especulaban con un repentino aumento que les permitiría incrementar su margen de ganancia. Además, debido a la diferencia de precios respecto a otros países como Brasil, Uruguay y Chile, resulta para las empresas más rentable exportarlas que venderlas en territorio argentino. Sobre ello, Sergio Massa amenazó, en lo que parece un claro usufructo de las funciones presidenciales, que ningún barco saldría de Argentina hasta que no se le vendiera combustible a los argentinos al precio actual. El problema del desabasto prácticamente desapareció. 

¿Es Sergio Massa la respuesta a los problemas de la Argentina? ¿En caso de ser presidente será la supervivencia del Kirchnerismo o un punto y seguido dentro del amplio espectro peronista? Lo sabremos a partir del 10 de diciembre de este año, aunque para ello haya que superar unas elecciones que podrían definirse como: Sergio Massa o barbarie.