Axel Meléndez*
El 10 de mayo de 1933, los agrupamientos nazis irrumpieron en diferentes bibliotecas y universidades para realizar una “purga” en el conocimiento y la cultura, ya que varios de los documentos, pensaban las personas devotas al nazismo, eran contrarias a las ideas que promulgaba su ideología o simplemente porque eran escritos por personas judías. El impacto generado por quienes encabezaban el nazismo no solo se vio reflejado por su crueldad ante las víctimas de sus actos, en realidad, el impacto mayor fue lograr construir, a partir de un bombardeo mediático y por medio de la propaganda, un sentido común para un gran número de personas que asumieron como propia dicha ideología. Este sentido común permitió que fueran estudiantes y profesores quienes organizaran la mayoría de la “purificación” ideológica al quemar libros de diferentes autores y autoras.
Años después, pero ahora en América Latina y justo cuando se impusieron las dictaduras militares en Chile (1973) y en Argentina (1976), comenzó una nueva persecución hacía los libros. La cacería contra los libros tenía el fin de “extirpar el comunismo” de dichos países. El argumento de quienes encabezaban la dictadura militar era similar al que hoy escuchamos en México por parte de las derechas: los libros ayudaban al “adoctrinamiento comunista”. Esto provocó que miles de libros fueran quemados públicamente por parte de militares y, al mismo tiempo, quedo prohibida la lectura de los mismos. Asimismo, por temor a las represarías por parte de las dictaduras, muchas familias argentinas y chilenas escondieron o destruyeron su biblioteca personal.
Al igual que en 1933, 1973 y 1976, el pasado día domingo 21 de agosto de 2023, pero ahora en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, ocurriría lo impensable: un grupo de padres y madres de familia, quienes se encontraban a fuera de una escuela primaria y frente a niñas y niños, quemarían los recientes Libros de Texto Gratuitos (LTG) distribuidos por la Secretaria de Educación Pública (SEP). Quienes realizaron dicha quema, se escucha en vídeos que circularon en redes sociales, afirman que los nuevos LTG “son del diablo”, “promueven el comunismo” y que hablan de “lesbianismo”.
Todos estos hechos comparten cosas en común: quema de libros, “purificación” de ciertos “adoctrinamientos” y la imposición de una sola forma de pensar y relacionarse con el mundo. El nazismo creía que solo era válida una forma de pensar y existir, en las dictaduras militares en Chile y Argentina creían que el comunismo era “dañino” para la sociedad y en Chiapas los pobladores asumieron que el proyecto educativo “promueve el comunismo”. Pese a las geografías y calendarios tan diferentes, estos hechos son promovidos por aquellas visiones que tratan de sembrar terror, miedo y censura para lograr imponer una única verdad.
Los LTG que han estado en el ojo del huracán desde semanas pasadas, han sido atacados por empresarios como Claudio X. González y Salinas Pliego, periodistas como Javier Alatorre y Carlos Loret de Mola, sectores de la iglesia católica y hasta por los llamados “especialistas” en el tema educativo como Eduardo Backhoff. Todos estos ataques, al igual que lo hicieron las dictaduras militares y el nazismo alrededor de ciertos libros y autores, han construido discursos en común y argumentan que los nuevos Libros de Texto Gratuitos son documentos de “adoctrinamiento comunista”. Son todos estos hechos los que deben de llamar la atención para entender la quema de libros del domingo pasado.
Lo visto en Chiapas no debe de llamar a la criminalización de quienes tomaron esta acción. El análisis no solo debe de ser pedagógico, sino que debe de estar enmarcado en lo que acontece en disputas más amplias. Es decir, lo sucedido debe de invitarnos a entender que las derechas han logrado parcialmente su objetivo ¿cuál es éste? Es incidir en la opinión pública y en el sentido común de la población sobre los temas educativos. La meta de las derechas no es que Andrés Manuel López Obrador o la SEP voltee a verlos para que hagan las modificaciones deseadas, su interés principal es que la propia población presione al gobierno mexicano. Es decir: la quema de libros no es más que el síntoma de la disputa por los sentidos comunes alrededor del proyecto educativo de la llamada “cuarta transformación”.
Las derechas no estuvieron presentes físicamente, pero a través de la voz de las personas que se encontraban quemando los materiales educativos se pudieron materializar y, al igual que en el nazismo o en las dictaduras militares, las derechas están avanzando en las ideas de un sector de la población que asumieron como propios sus discursos y que, por “iniciativa propia”, decidieron realizar dicha acción. La llamada “cuarta transformación”, así como los sectores que no pertenecen a ella pero que están a favor de la implementación de los libros de texto, tenemos como tarea de primer orden el seguir disputando el sentido común frente a las derechas.
La disputa no tiene que ser solamente pedagógica, tiene que escalar al terreno de lo político como se hizo frente a los discursos de las dictaduras y el nazismo. Solo disputando políticamente los sentidos comunes se podrá vencer a las derechas para que el proyecto educativo, pese a las críticas que puedan existir, pueda florecer y plantear nuevos horizontes en la sociedad.
*El autor de este artículo, Axel Meléndez, es maestro en Pedagogía.