20/12/2024 (Ciudad de México). En una de sus habituales conferencias de prensa matutinas en el Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum, presidenta de México, destacó que en América Latina hay procesos y gobiernos que son referentes progresistas, ya que comparten una visión común centrada en la justicia social, la defensa de la soberanía y la lucha contra las desigualdades.
Afirmó que el próximo gobierno (asume en marzo de 2025) de Uruguay con Yamandú Orsi del Frente Amplio, el gobierno de Chile con Boric, con sus propias particularidades el gobierno de Bolivia, el de Brasil con Lula da Silva, el de Honduras con Xiomara Castro, el del presidente Bernardo Arévalo en Guatemala, y también los procesos de Venezuela y Cuba, así como el gobierno de Gustavo Petro en Colombia, que asumirá el año 2025 la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) expresan esta orientación, que es también la del gobierno de México: trabajar para fortalecer la integración regional y el bienestar de los pueblos.
Aunque Sheinbaum, en varias ocasiones dejó en claro que la integración regional debe también incorporar, bajo el principio del respeto mutuo, a otros gobiernos con visiones distintas, por el sólo hecho de que representan, así sea temporalmente, a sus respectivos países, una declaración de estas características expresa una identidad política que mira hacia el Sur del continente, sabiendo que México es una especie de bisagra entre las potencias anglófonas del Norte, con las que tiene firmado un tratado comercial (el T-MEC) y toda la región que va desde América Central hasta América del Sur.
Siendo México el país hispanoparlante más poblado del mundo (132 millones de habitantes) y teniendo la segunda economía latinoamericana, luego de Brasil, su incidencia política es muy grande. La presidenta de México interpreta muy bien esta importancia de su país, al plantear que ha llegado el momento de postular a mujeres (no mencionó nombres, no corresponde todavía) que tengan una mirada proclive a impulsar la prosperidad económica compartida socialmente, para que dirijan, por primera vez en la historia, la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
También, a modo de sutil respuesta al nacionalismo proteccionista que toma fuerza en Estados Unidos con Trump, y también en Canadá, con el conservador Pierre Poilievre que encabeza las encuestas de apoyo ciudadano, la presidenta de México sostuvo: “Nuestra visión es que el Tratado Comercial entre Estados Unidos, Canadá y México debería ampliarse en muchos sentidos hacia el sur, porque eso nos haría como continente una potencia económica muy por encima de cualquier otra región del mundo”.
Sin embargo, esta propuesta va a generar polémica en la izquierda continental, que justamente tuvo como uno de sus basamentos la oposición hace veinte años al “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA). Recordemos que hace dos décadas se impulsaban Cumbres de los Pueblos, paralelas a las “Cumbres de las Américas” que realizaban los gobiernos neoliberales latinoamericanos, bajo la égida del presidente estadounidense George Bush. Finalmente, la iniciativa de Washington fue derrotada en la Cumbre de las Américas, que se realizó en la ciudad de Mar del Plata, en noviembre de 2005, cuando el presidente de Argentina y anfitrión, Néstor Kirchner, junto al presidente de Brasil, Lula da Silva, y el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, conformaron un bloque que llevó al fracaso la idea.
Hoy es necesario hacer una pregunta: ¿Cuál la diferencia de fondo entre el ALCA de entonces y un T-MEC ampliado hacia el sur que se plantea?
De todas formas, más allá de esta discusión, está el hecho político de que comienza a formarse un bloque entre gobiernos soberanistas y progresistas en la región, muy diferenciado en sus objetivos del otro bloque de extrema derecha que impulsan Javier Milei desde Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador y al que se sumará, próximamente, Donald Trump en Estados Unidos.