12/09/2024 (Ciudad de México). En la ciudad de Lima, aquejado por un tumor cancerígeno en la lengua y laringe, murió Alberto Fujimori. 

La trayectoria política de este hombre de ideas profundamente conservadoras y de derecha, inició en 1990. En las elecciones presidenciales de ese año, apareció sorpresivamente como un “outsider”, vale decir como alguien ajeno al mundo de los partidos políticos. Una de sus frases favoritas cuando se presentaba en las entrevistas radiales y televisivas, era: “No soy un político, vengo sólo como un ciudadano preocupado por resolver los problemas del país”. Con este ropaje sencillo, venció en forma sorpresiva a un elitista y jactancioso Mario Vargas Llosa, afamado escritor al que apoyaba la burguesía limeña.

Ya en Palacio de Gobierno, rápidamente abandonó la modestia y el bajo perfil, comenzando a manejar el argumento de que Perú necesitaba firmeza y autoridad, ya que era la única forma de luchar contra la insurgencia armada de “Sendero Luminoso” y “Movimiento Revolucionario Túpac Amaru”. El enemigo interno –“el terrorismo”- ya estaba construido, permitiendo darle así un manto de legalidad a un gobierno cada vez más represivo.

Una primera muestra fue la masacre de Barrios Altos, una zona popular de Lima, donde fueron asesinados 15 pobladores en noviembre de 1991.

El 5 de abril de 1992, en mensaje a la nación televisado, Fujimori anunció la disolución del Congreso de la República y la reorganización del Poder Judicial, suspendiendo al Tribunal Constitucional. En ese mismo mensaje ordenó al ejército que pusiera un tanque en la puerta del Congreso. Instauró un “Gobierno de emergencia y Reconstrucción Nacional”. Todo lo hacía justificándose en la necesidad de defender al Perú.

Se acentuó el férreo control sobre las universidades, lo que llevó en julio de 1992 a la masacre de la Universidad de La Cantuta, donde murieron un catedrático y nueve alumnos en un centro de estudios superiores, ubicado en el barrio popular del mismo nombre. 

Fujimori asumía cada vez mayores poderes. Fue así que, con apoyo del gobierno de los Estados Unidos para la “lucha contra el terrorismo y el narcotráfico”, fortaleció los servicios secretos y grupos paramilitares, poniéndolos a cargo de Vladimiro Montecinos, un ex militar relacionado con la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Toda la década de los noventa fue de profundo retroceso democrático en Perú. Es cierto que su programa neoliberal de ajuste con shock -llamado Fujishock- logró estabilizar la economía con un alto costo social y acentuando las diferencias en el ingreso entre las clases sociales. Así Perú se convirtió en uno de los países más inequitativos de América Latina. 

Logró ganar otra elección en 1995, en cuestionados comicios por la falta de independencia del Órgano Electoral encargado del recuento de votos. Ese mismo año, anunció el Plan Nacional de Planificación Familiar, que incluía esterilizaciones de mujeres indígenas, por lo que sería juzgado años después.

Ganó una tercera elección en 2000, ya con el régimen totalmente desgastado por los abusos de autoridad y la corrupción. En noviembre de 2000 viajó a una cumbre de gobiernos en Brunei y no volvió al Perú. Eso motivó su destitución por el Congreso.

En 2007 retornó extraditado desde Chile, siendo juzgado por corrupción y crímenes de lesa humanidad. Condenado a 52 años de cárcel, cumplió una parte hasta que se benefició de un indulto otorgado por la presidenta Dina Boluarte que, contravino una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que lo calificó de ilegal por la gravedad de los delitos cometidos. Gracias a este sainete jurídico, el autócrata pudo morir fuera de la prisión.

Recordar al Fujimorismo peruano reactualiza el debate en América Latina sobre los regímenes autoritarios, con fachadas de democracia controlada. 

Así fue el régimen político en Perú en los noventa, que se basó en la neutralización del poder legislativo y la subordinación del poder judicial, concentrando los poderes en la presidencia. Fue un régimen de terrorismo de Estado bajo el argumento de la seguridad nacional y la lucha contra la subversión (hoy para los mismos fines autoritarios se habla de la “lucha contra el crimen”). Fue en ese contexto represivo que se implementó el modelo económico neoliberal. 

Hoy pretenden copiar el mismo camino autoritario Javier Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador.