06/09/2024 (Ciudad de México). Según ha recordado la prestigiosa revista Science (fundada en Nueva York en 1880) fue en el año 2015, que varios medios de comunicación en Estados Unidos publicaron la noticia de que la gigante corporación petrolera “Exxon Mobil”, al menos desde finales de los años setenta, contaba con información sobre el peligro del calentamiento global que causarían los combustibles fósiles. ¿Qué hizo con esa información? La ocultó. 

Pero no sólo eso, la investigación de Science revela cómo, mientras la poderosa empresa sabía exactamente lo que sucedería, financiaba publicaciones que negabanla existencia del problema del calentamiento global, atacando a los científicos que habían arribado exactamente a la misma conclusión que la Corporación ya conocía.

Este dato es relevante pues nos muestra el poder del “looby petrolero”, que a lo largo de las últimas décadas, pero particularmente desde que se firmaron los “Acuerdos Mundiales Climáticos” de París 2015, ha destinado gran cantidad de recursos para desplazar, en las líneas editoriales y en las portadas de los grandes medios de comunicación hegemónicos, la información sobre los desastres climáticos. 

Sin embargo, como son inocultables porque cada vez revisten mayor gravedad, lo que hacen esos grandes medios es separar la consecuencia de la causa; vale decir informan por ejemplo de las grandes humaredas que en estos momentos cubren los cielos de la mitad de América del Sur, pero no dicen nada de los factores que están originando los incendios forestales en la Amazonia y en otras regiones boscosas que, desde el norte de Brasil hacia el sur y sureste, pasando por Perú, Bolivia y Paraguay, han desprendido semejante concentración de monóxido de carbono. 

La ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, es una mujer que ha dedicado casi toda su vida (tiene 66 años) a defender la naturaleza y a la biodiversidad, planteando novedosos debates contra las corrientes antropocéntricas (que colocan al ser humano en el centro y por encima de la naturaleza) y contra el especismo (que considera a los animales como especies inferiores a la humana). 

Silva está dirigiendo desde hace semanas los grandes esfuerzos de su país para contener el avance de los incendios, y ha lanzado una frase tan exacta como contundente: “Si el mundo no para las emisiones originadas por los combustibles fósiles, vale decir el dióxido de carbono (CO2), la temperatura de la Tierra va a seguir aumentando y las selvas seguirán siendo destruidas, no sólo en Brasil sino en el mundo. Es fundamental hacer la transición hacia el fin del uso de combustibles fósiles”.

Brasil, Perú y Bolivia comparten la Amazonía junto con Colombia, Venezuela, Surinam y Guyana. Se trata de la mayor selva tropical del mundo, con 7,4 millones de kilómetros cuadrados de tamaño, que hoy es afectada por la sequía (que alcanzó niveles de intensidad históricos) y la deforestación, que hasta hace algunos años el gobierno de Jair Bolsonaro fomentó en Brasil para “ampliar la frontera agrícola para los agronegocios”. El de Bolsonaro (2019 – 2022) fue uno de los más antiecológicos gobiernos que tuvo el Brasil y la administración actual, de Lula da Silva, está revirtiendo esa tendencia depredadora.

Refrendando la gravedad de las palabras de Marina Silva, organismos climáticos de Naciones Unidas consideran que los actuales incendios son el mayor desastre ambiental en esta región en lo que va del siglo veintiuno, con daños irreversibles a la biodiversidad amazónica. 

Los gobiernos de los países directamente afectados (Brasil, Perú, Bolivia y Paraguay) afrontan la crítica situación, pero han solicitado que se active el apoyo internacional por el impacto que tendrán estos incendios en el mundo, ya que la Amazonía, como fuente de oxigenación, es considerada patrimonio natural de toda la humanidad.