02/08/2024 (Ciudad de México). En Washington, en abierta expresión de prepotencia intervencionista contra Venezuela, el Secretario de Estado, Antony Blinken, informó que la posición del gobierno de Estados Unidos es reconocer como ganador de las elecciones al candidato opositor, Edmundo Gonzáles. Lo curioso es que lo hizo, sobre supuestos “documentos irrefutables” que no dio a conocer pero que aseveró les hizo llegar la coalición de derecha venezolana, sin esperar a que concluya el recuento oficial de votos por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE). 

Según la Constitución de Venezuela, el CNE es la única entidad legalmente habilitada para dar los resultados finales, aunque cabe aclarar que, días atrás, la Sala Plena presidida por el vocal Elvis Amoroso certificó que, por el conteo electoral rápido, se concluye que hay una tendencia irreversible que otorga el triunfo a Nicolás Maduro.

Blinken ha evidenciado la impaciencia de la Casa Blanca, que ya no puede seguir esperando que se generen consensos en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA), pues tal vía fracasó cuando los gobiernos de Argentina, Perú y Panamá, no lograron el apoyo necesario para una resolución de carácter injerencista que presentaron hace unos días en el Consejo Permanente de la OEA. 

Por ello y sabiendo la administración Biden que en Venezuela el Consejo Nacional Electoral ya está a punto de concluir el recuento, acta por acta, que dará el resultado electoral definitivo, confirmando a plenitud la victoria del candidato socialista, decidió redoblar la apuesta de Washington, que retoma su estrategia de apuntalamiento de un “gobierno paralelo” para el derrocamiento del proceso bolivariano, combinando la violencia interna de las “guarimbas” (grupos armados) opositoras con las sanciones externas.

No es algo nuevo. Ya lo intentó Donald Trump el año 2017, cuando le dio pleno respaldo a Juan Guaidó que se había proclamado “presidente en funciones” aprovechando que en ese tiempo presidía una Asamblea Nacional (Parlamento)con mayoría legislativa derechista. El experimento de Guaidó terminó en fracaso y descrédito para la derecha venezolana, que no vacilaba en pedir a viva voz -a través de sus dirigentes Leopoldo López y María Corina Machado- a Estados Unidos y a la Unión Europea que aplicaran sanciones económicas, intentando así obligar a Nicolás Maduro a renunciar.

Pero era otro contexto internacional el de 2017-2018. En Europa mandaba la derecha con Mariano Rajoy en España, Boris Johnsson en Gran Bretaña, Emmanuel Macron en Francia y Ángela Merkel en Alemania. En América Latina, bastaba un chasqueo de dedos de Estados Unidos para que se alinearan lospresidentes Enrique Peña Nieto de México, Mauricio Macri de Argentina, Michel Temer de Brasil, Enrique Piñera de Chile y Juan Manuel Santos de Colombia. 

Hoy la Unión Europea tiene sus propios grandes problemas, comenzando por la guerra en Ucrania y el genocidio en Gaza. Y en América Latina hay una fuerte corriente política soberanista que se expresa en los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador en México, Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia. Los tres gobiernos acaban de afirmar en un comunicado conjunto sobre Venezuela que: “Las controversias relativas al proceso electoral deben resolverse por medios institucionales. El principio fundamental de la soberanía popular debe respetarse mediante una verificación imparcial de los resultados”. De esta forma los tres países, que son geopolíticamente muy importantes en la región, se posicionaron en contra de injerencias externas, planteando su disposición a apoyar los esfuerzos de diálogo y búsqueda de acuerdos en el país sudamericano.

Es previsible que allá la oposición se envalentone con el apoyo de Estados Unidos, por lo que intentará desde mañana, que convocó a nuevas manifestaciones, generar más enfrentamientos violentos con las fuerzas del orden. Por su parte, el chavismo confía en mantener incólume la alianza popular-militar-policial para afrontar la situación. Pero deberá cuidar que la derecha no logre bolsones de apoyo y protesta en barrios populares, que desde las épocas de Hugo Chávez siempre han respaldado al proceso bolivariano.