Es necesario tener en la mira a personajes como Omar García Harfuch para que muestren resultados, sobre todo considerando que forma parte de una élite de la seguridad y, al mismo tiempo, de un gobierno considerado de izquierda.

30/07/2024 (Ciudad de México). En México, el rubro de la seguridad pública pareciera tener sus propias reglas. Y, si bien, la historia detrás de los mandos policiacos suele ser tan opaca como enigmática, en algunas ocasiones, algunos de éstos sobresalen en la opinión pública, ya sea por su participación en operaciones en las que logran capturar a famosos e importantes líderes criminales, por las acusaciones en su contra debido a casos de corrupción o narcotráfico o, en la mayoría de los casos, por ambas cosas.

La vida y carrera de Arturo “El Negro” Durazo es un ejemplo de cómo estos personajes suelen extender su poder entre las sombras. A “El Negro” Durazo se le atribuye la creación de una banda de ladrones de autos durante su comandancia de la Policía del Distrito Federal, entre muchos otros negocios ilegales. Además, alrededor del excomandante se tejen anécdotas tan enigmáticas como la supuesta tortura que ejerció en contra de los líderes de la Revolución Cubana, Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, quienes, según sus propias palabras, serían capturados, torturados, liberados y apoyados por el excomandante. También se le ha atribuido popularmente la desaparición de Marcela Basteri, madre del cantante Luis Miguel, lo cual ha sido llevado incluso a la serie que trata sobre la vida de El Sol

Con el auge del narcotráfico y su consecuente criminalización entre los años setenta y ochenta, no hizo sino complejizarse el panorama de poder y oscuridad de los mandos policiales. Guillermo González Calderoni, comandante de la Policía Judicial Federal (PJF) durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), fue un personaje de claroscuros. Al mismo tiempo que fue el que más capos asesinó o capturó hasta ese entonces – incluyendo a Miguel Ángel Félix Gallardo, histórico líder sinaloense del narcotráfico – también sería señalado por recibir sobornos de líderes criminales como Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”, y de Juan García Ábrego, líder del Cártel del Golfo. 

González Calderoni huyó de México en 1993, casi a finales del periodo salinista, para posteriormente morir en misteriosas condiciones en McAllen, Texas, luego de recibir un solo disparo por un gatillero solitario mientras viajaba en su vehículo. Esto después de haber sido acusado de narcotráfico y exiliado en Estados Unidos como testigo protegido, amenazando con brindar información de su otrora protector, Carlos Salinas de Gortari.

En aquella época salinista es cuando despega la carrera de otro mando policiaco tan mítico como corrupto: Genaro García Luna, quien tiene un origen como “madrina” para la Dirección de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD), como se conocía a los informantes irregulares de las agencias policiacas. A pesar de que la función de inteligencia era la más relevante para las “madrinas”, en realidad, formar parte de este sector brindaba inmunidad y, hasta cierto punto, una obligación para cometer ilícitos. Es así como, cuando la familia de García Luna llega a las inmediaciones de la colonia Romero Rubio en la Ciudad de México, es reclutado por la DIPD como “madrina” y termina en una banda de robacoches, instruido y protegido por sus agentes. 

Además, en muchas ocasiones, ser “madrina” también representaba formar parte de las fuerzas de reserva para ser reclutadas posteriormente como miembros formales de las corporaciones, lo que finalmente le valdría a García Luna su ingreso al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) en 1989. Lo demás es historia y sabemos cómo el paso de García Luna por las corporaciones de seguridad estuvo plagado de corruptelas, primero al mando de la Agencia Federal de Investigación (AFI) durante el sexenio de Vicente Fox Quesada (2000-2006), después, como secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012).

Como vemos, el paso de los años desde que fuera fundado el régimen postrevolucionario ha dado lugar a la consolidación de una élite de la seguridad cada vez más poderosa y sofisticada, sobre todo luego del desarrollo de las instituciones de seguridad a raíz del combate al narcotráfico. Esto ha tenido sus propias consecuencias en la política, ya que, durante los últimos años, algunos mandos policiacos han evidenciado su intención por participar para competir por cargos de elección popular. 

El mismo García Luna manifestó en su momento su deseo de llegar a la presidencia una vez concluido el sexenio de Felipe Calderón. Sin embargo, sus intenciones se verían frustradas al intentar entrar a un mundo ajeno para él, a pesar de tanto poder. Además, el halo de oscuridad que rodea a los mandos policiacos suele ser un incentivo para levantar la desconfianza entre la ciudadanía, lo que no resulta beneficioso para los partidos políticos que podrían postularlos. 

Así, una paradoja histórica se teje entre los mandos policiacos como los descritos en este texto. A pesar de que algunos de ellos han intentado obtener el poder político necesario para competir por cargos ejecutivos de elección popular, tal pareciera que entre menor información tuviéramos sobre este tipo de personajes, mayor era poder. 

Aunque esto no ocurrió necesariamente con el futuro secretario de Seguridad y Protección Ciudadana federal, Omar García Harfuch, quien recibió el respaldo popular en la encuesta para decidir quién sería el o la candidata para gobernar la Ciudad de México por el partido oficialista, Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). A pesar de ello, la decisión del partido de privilegiar la paridad de género en las candidaturas – y, probablemente, la movilización de las bases de izquierda en la capital – cerraría el paso a Omar García Harfuch, quien obtuvo una candidatura para ser senador y un cargo en el próximo gabinete presidencial como “premio de consolación.”

Pero ¿quién es Omar Hamid García Harfuch en esta historia?

García Harfuch es un perfil particular dentro de las élites políticas y de seguridad en nuestro país, al ser el tercer miembro de su familia que ocupará un alto cargo en las instituciones federales de seguridad. Es hijo de Javier García Paniagua, excomandante de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982); además de ser nieto del general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa de la Seguridad durante el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970). 

De tal suerte, proviene de una tradición familiar que fue clave para la represión en contra de los movimientos populares y los opositores al gobierno mexicano durante el régimen postrevolucionario, el padre al frente de la considerada “policía política” del régimen, el abuelo al mando del Ejército cuando ocurriera la mayor masacre del México moderno, es decir, la represión en contra de estudiantes ocurrida el 2 de octubre de 1968. Debido a ello, ha despertado sospechas sobre sus intereses y la posibilidad de representar “al viejo régimen”. 

Aunado a ello, García Harfuch ha sido señalado por la protección en su paso por la Policía Federal (PF) que le brindó Luis Cárdenas Palomino, secuaz de García Luna durante la lucha contra las drogas y hoy preso por haber participado en una gran parte de las corruptelas y la protección a los criminales que se ejerció durante los sexenios panistas. Debemos recordar que sería por recomendación del excomisario de la PF que García Harfuch ascendió rápidamente como mando regional en la corporación. 

Para develar el misterio, en De Raíz Media conversamos con Francisco Cruz Jiménez, un estudioso de las mafias políticas y las corporaciones de seguridad, quien además conoce profundamente las prácticas policíacas, al ser hijo de un excomandante perteneciente a La Hermandad. 

Cruz Jiménez ha documentado e investigado ampliamente las profundidades de la policía en México y, sin embargo, no ha encontrado evidencia sobre relación alguna de García Harfuch con García Luna, a pesar de los múltiples señalamientos que se han realizado en los medios de comunicación. El periodista, además, señala que el exsecretario de seguridad en la capital no requería de la protección de García Luna para acceder y ascender en las corporaciones policiacas, considerando sobre todo sus antecedentes familiares: “Cuando él llega a la Policía Federal, él no necesitaba a García Luna, [ya que] él viene de una familia aristócrata, políticamente hablando. Él es lo que yo llamo un príncipe del viejo sistema.”

Ahora, en el fondo, conocemos poco sobre la vida y la carrera de personajes como García Harfuch, quien, considera Cruz Jiménez, “es un desconocido conocido: hemos escuchado hablar mucho de él, pero yo digo que hay muchos pasajes en su vida todavía que son muy oscuros”. 

La mayoría de las veces, podemos entender en retrospectiva las posibles prácticas ilegales de estas élites sólo una vez que son procesadas o acusadas por delitos, por lo que Francisco Cruz considera que es vital tener en consideración su herencia familiar, ya que ésta nos ofrece una radiografía sobre los intereses que pudieran tener: “si no conocemos el pasado, pues nos vamos a arrepentir; […] hay que ver bien quiénes son estos personajes y, para mí, […] sí es importante hablar de que, primero, [García Harfuch] es descendiente de una familia de represores”. 

Lo mismo ocurre con las corporaciones policiacas y su pasado, como con la policía de la Ciudad de México, que tiene un origen como una institución dedicada lo mismo al control social que a la corrupción y la extorsión. En ese sentido, Paco Cruz sugiere que es sumamente difícil que las corporaciones abandonen los esquemas de corrupción construidos y sostenidos durante tantos años sólo por los cambios de gobierno: “cuando [García Harfuch] llega a la Secretaría de seguridad Pública, hay una mafia de policías que viene desde los [años] 50 conocida como La Hermandad. Y que nadie me cuenta la historia porque la conozco bien: mi padre fue policía, mis hermanos policías. Sí, vengo de una familia que viene de la policía de la Ciudad de México”, explica Cruz Jiménez. 

En ese sentido, Cruz Jiménez apunta a que, cuando dio inicio el periodo de Claudia Sheinbaum Pardo como jefa de gobierno, tuvo conocimiento sobre las intenciones de la cúpula policiaca por segmentar territorialmente la capital con fines extorsivos a partir de un documento que le fue filtrado. Aunque no puede señalar a García Harfuch como participante en los esquemas de extorsión, el periodista y escritor se pregunta si tuvo conocimiento sobre esta fragmentación y si actuó en consecuencia. 

Cruz Jiménez menciona, además, que el primer nombramiento de García Harfuch una vez llegado a la secretaría de Seguridad Ciudadana fue Jorge Alfredo Alcocer Rosales como subsecretario de Control de Tránsito, quien ya contaba con 29 años en la corporación. Alcocer Rosales formaba parte de La Hermandad, un grupo de la cúpula policiaca formado por “El Negro” Durazo durante su paso por la Policía de la Ciudad de México para obtener recursos de maneras ilegales y controlar la corporación al interior. Además, es sobrino de Luis Rosales Gamboa, excomandante de la corporación y legendario cofundador de la cúpula de La Hermandad. 

Paco Cruz pone en duda nuevamente la voluntad o la capacidad de García Harfuch para limpiar a la policía de la Ciudad de México una vez que toma protesta como secretario de seguridad, luego de que mantuviera a Alcocer Rosales hasta 2022, cuando lo remueve después de varias acusaciones en contra del exfuncionario: “¿sabía o no Omar que había una Hermandad dentro de la policía de la Ciudad de México? Si lo sabía, gravísimo. […] Si no lo sabe, es también gravísimo porque llevan esos vicios arrastrando por décadas”, cuestiona el periodista.

No obstante, Cruz Jiménez reconoce la eficiencia del exsecretario García Harfuch, señalando que, en su administración, fueron reducidos delitos tan graves como el homicidio, entre otros. Esto lo explica porque, tanto la exjefa de gobierno, como García Harfuch buscaban “mostrar resultados” para obtener respaldo político rumbo a las elecciones de 2024. De tal suerte, es posible observar cómo la democracia podría estar incentivando la eficiencia en áreas tan delicadas como son la seguridad pública. 

Sin embargo, la voz de Paco Cruz no representa la de un opositor, sino la de un crítico que espera observar resultados en el próximo secretario de Seguridad y Protección Ciudadana: “Yo no quiero que le va a llamar a Omar Hamid, quiero que le vaya bien”, señala el periodista. Para ello, observa como necesario poner en la mira la carrera y las prácticas de los funcionarios de la seguridad o, de lo contrario, “vamos a quedar en la orfandad o en la ceguera absoluta”, sentencia el periodista.