En Francia, se realizó la segunda vuelta de las elecciones para conformar la Asamblea Nacional de 577 curules. De esta forma se redefine la composición del poder, esclareciendo hasta qué punto el presidente cuenta con respaldo popular y si es necesario nombrar otro Primer Ministro. En el sistema político francés, el jefe de Estado es el Presidente, que tiene atribuciones para nombrar a los ministros, dirigir el Consejo de Ministros, toda la política exterior y ordenar a las Fuerzas Armadas. Pero el jefe del gobierno es el Primer Ministro, que coordina toda la política nacional, tiene amplias atribuciones ejecutivas y legislativas, y puede designar a los funcionarios públicos.
En esta segunda vuelta, la gran sorpresa fue el vuelco total de los resultados de la primera vuelta, algo que se esperó con mucho dramatismo en las avenidas principales de París y de otras grandes ciudades francesas, donde se congregaron multitudes de adherentes de izquierda. Y fue la unidad de esa izquierda -insumisa, socialista, ecologista, feminista, comunista, migrante, humanista- en el “Nuevo Frente Popular”, que alcanzó la victoria en las urnas, lo que le dará al menos 182 diputados, a los que se suman 13 independientes de izquierda.
La agrupación “Juntos”, que es la derecha liberal del presidente Macron, quedó en segundo lugar con 168 legisladores. Es un gran retroceso del macronismo respecto a la legislatura pasada, pero tener la segunda bancada al menos evitó que Macron pase a la historia como el presidente que, con un mal cálculo político de sus propias fuerzas al adelantar los comicios, alfombró el empoderamiento de la ultraderecha francesa. Al día de hoy, algunos medios internacionales como “El País” de España tratan de mostrar a un Macron tranquilo porque “salvó su apuesta”, pero es una falacia porque el presidente francés ha hecho crecer, al calor de su maniobra electoral, tanto a sus adversarios de izquierda como de la extrema derecha. Sus últimos años en la presidencia hasta el 2027 las pasará muy agobiado.
En lo que hace al frente “Reagrupamiento Nacional”, de extrema derecha neofascista, aunque aumentó su bancada legislativa quedó muy lejos de su objetivo de formar gobierno propio, quedando en tercer lugar con 143 diputaciones. Tanto Jordan Bardella, el precoz candidato, como Marine Le Pen, su líder ideológica, quedan muy tocados por estos resultados. Pero no es una derrota definitiva para los extremistas, porque ahora se agazaparán a la espera de que Francia, con la derecha neoliberal en la presidencia cohabitando con una izquierda social en la jefatura de gobierno, caiga en la ingobernabilidad. En esa situación Le Pen confía en volver presidenciable a su frente el 2027.
En el masivo festejo luego de haber derrotado a la ultraderecha -un festejo en el que se cantó masivamente el himno “La Internacional” de los obreros comunistas- el “Nuevo Frente Popular” a través de uno de sus más importantes dirigentes, Jean Luc Melenchon, pidió asumir el gobierno, exigiendo respeto a la voluntad democrática mayoritaria, planteando la renuncia del actual primer ministro (Gabriel Attal) y emplazando a Macron a designar por decreto al nuevo Primer Ministro.
Melenchon, desde que fundó en 2016 el movimiento “Francia Insumisa”, después de su ruptura con el Partido Socialista, la convirtió en la más importante fuerza de la izquierda francesa y tiene ahora la mayor bancada del “Nuevo Frente Popular” (NFP), por lo que lleva ventaja para consensuar al interior del Frente el nombre del candidato. Por su parte el NFP ha planteado la necesidad de implementar inmediatamente el programa de transformaciones votado mayoritariamente por el pueblo, demandando al Presidente tres cosas: retirar su proyecto de reforma regresiva de pensiones, el control de precios de los productos de la canasta familiar y el incremento del salario mínimo.
Macron va a tratar de ganar tiempo, recibiendo la dimisión de su primer ministro Attal pero pidiéndole que se queda hasta que se nombre a su reemplazo. Es una maniobra para impulsar un gobierno de coalición de su formación política con sectores moderados de la izquierda. Esto de las “coaliciones de gobierno” no es algo propio de la tradición política francesa e inmediatamente desde la izquierda ha sido rechazada.