03/04/2024 (Ciudad de México). En octubre del 2023, cuando comenzó la invasión del ejército de Israel a la Franja de Gaza devino casi inmediatamente en genocidio contra el pueblo palestino. A lo largo de estos meses las tropas israelíes han violado prácticamente todas las convenciones internacionales de carácter humanitario, ésas que luego de la Segunda Guerra Mundial –precisamente por el Holocausto que sufrieron los judíos por el régimen hitleriano- intentaron limitar las guerras al marco del derecho internacional.
Hace unas semanas fue el ataque a una caravana de camiones que transportaban alimentos y medicamentos para repartir en la parte sur de Gaza, que es la zona donde terminaron refugiándose alrededor de 1,4 millones de palestinas y palestinos, huyendo de la destrucción y el aniquilamiento causado por los militares israelíes en la parte norte de la Franja.
Hace 48 horas, siete voluntarios europeos, norteamericanos y australianos, que pertenecían al “World Central Kitchen” (WCK), una organización humanitaria no gubernamental fundada el año 2010 por el chef y restaurador español José Andrés, murieron a causa de un bombardeo del ejército israelí, mientras intentaban hacer llegar comida a los refugiados palestinos.
Sus camiones con víveres fueron alcanzados por misiles cuando salían de un almacén, a pesar de haber informado sus movimientos a Tel Aviv. Los asesinados tenían distintas nacionalidades, siendo el más joven el palestino Saifeddin Issam Ayad Abutaha, que tenía 25 años. Había una mujer en el grupo, que era Lalzawmi “Zomi” Frankcom, una australiana de 43 años. Tres británicos, ex militares, se encargaban de la seguridad, eran James Henderson de 33 años, James Kirby de 47 y John Chapman de 57. Había un polaco, Damian Soból, de 35 años, nacido en una ciudad polaca que queda en la frontera con Ucrania. La última víctima era Jacob Flickinger, de 33 años y con doble nacionalidad de Estados Unidos y Canadá.
José Andrés, desde Estados Unidos donde vive hace muchos años, se expresó en cadenas internacionales que cubrían la noticia, con las siguientes palabras: “Las siete personas asesinadas el lunes en una misión de la WCK en Gaza eran lo mejor de la humanidad. No son personas sin rostro ni nombre. No son cooperantes genéricos ni daños colaterales de guerra”.
Así se explica que los gobiernos de países aliados de Israel como Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos, Polonia y Australia, condenaran esta masacre de trabajadores humanitarios, exigiendo una investigación al respecto, lo hicieron con el ímpetu que les faltó para condenar la muerte de más de 32.000 mujeres, hombres, niñas y niños palestinos desde octubre a la fecha.
El horror de esta masacre aumentó el repudio mundial al genocidio en Gaza. Varias voces de las Naciones Unidas se expresaron en duros términos. La portavoz de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Harris, sostuvo que la Misión de la organización no gubernamental había sido acordada con las autoridades israelíes: “Es muy raro, el vehículo estaba muy bien señalizado, estaba muy claro que eran de la WCK”. Por su parte, Tedros Adhanom Ghebreyesus, también de la OMS, se preguntó: “¿Cuántas vidas más se perderán hasta que haya un alto al fuego?”.
Al mismo tiempo, al interior de Israel, hay un crecimiento de las movilizaciones en las ciudades pidiendo la dimisión de Benjamín Netanyahu, que se defiende manejando el argumento de “preservar la unidad contra el enemigo terrorista”.