01/01/2024 (Ciudad de México). Desde las montañas del sureste mexicano, el 1 de enero de 1994, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se sublevó contra las fuerzas opresivas de un estado autoritario y una sociedad clasista. Con esto, desafiaron las narrativas dominantes que la globalización estableció como hegemónicas. Treinta años después, la guerrilla se enfrenta a una nueva época que le obliga a llevar un cambio estructural y alzar la voz cuando había optado por el silencio.

La actualidad del zapatismo vislumbra tiempos complejos. Una serie de 20 comunicados publicados entre octubre y diciembre de 2023 rompieron su silencio. En dichos escritos se proporcionan las pautas para entender los nuevos pasos de la organización.

A la par, para conmemorar el trigésimo aniversario del inicio de la ‘Guerra Contra el Olvido’, el grupo insurgente convocó a una mega caravana que atravesó la Ciudad de México, el Estado de México, Puebla, Hidalgo, Veracruz y Chiapas rumbo a las celebraciones que han tenido lugar en los caracoles desde el 30 de diciembre de 2023 hasta el 2 de enero de 2024.

Reconfiguración estructural y “miras de futuro”

Frente a la rapidez de los clics y el apabullante ritmo de las sociedades contemporáneas, la guerrilla radicada en el sureste mexicano dio a conocer un cambio en su estructura nacida en la reflexión y su permanencia en el tiempo.

El conjunto de publicaciones inició con un poema de Rubén Darío, que bien pudo ser escrito hoy en día, sobre la metáfora de un lobo que intenta domesticarse entre los humanos, pero termina huyendo y aislándose debido a la violencia y maltrato que sufrió.

Después, ‘El Capitán’ Marcos dio a conocer la muerte de su antiguo nombre, el subcomandante Galeano. “Eso sí, tuvo cuidado de, antes de fallecer, regresar el nombre a quien es carne y sangre heredada del maestro Galeano. Recomendó mantenerlo con vida, es decir, luchando. Así que Galeano seguirá caminando en estas montañas”.

Hasta la cuarta y novena publicación se encuentra la firma del Subcomandante Moisés, quien da a conocer la nueva estructura, en la cual desaparecen las Juntas del Buen Gobierno y los Municipios Autónomos Zapatistas, levantando una estructura que apuesta por la democracia directa en los Gobiernos Autónomos Locales (GAL). Además, comparte su análisis sobre la situación actual en Chiapas: “Pues claro les decimos que, a diferencia de otros años, no es seguro”.

Al mismo tiempo, reafirma que la orientación de este cambio responde a las necesidades de las comunidades zapatistas: “Entendemos que tengan problemas para asimilar esto. Y que, durante un tiempo, van a batallar en entenderlo. A nosotros nos tomó 10 años pensarlo, y de esos 10 años, 3 en prepararlo para su práctica”.

Pocas letras más abajo, afirma que el fondo del cambio obedeció al objetivo de “ver más lejos y buscar lo que buscan todos, todas, todoas: una salida de la pesadilla”.

En ese sentido, continúan los comunicados hasta las ilustraciones, que se encuentran a partir de la decimoquinta parte hasta la vigésima y última, en la cual se articula una profunda reflexión sobre la propuesta zapatista de “establecer extensiones de la tierra recuperada como del común”.

La propuesta se resume, como la “no propiedad de la tierra”, es decir, “en esas tierras que se van a definir, si preguntan de quién es ese terreno o quien es el propietario, pues se va a responder: ‘de nadie’, es decir ‘del común’ ”.

Estas tierras buscan respetar la propiedad personal-familiar y las que son resultado del trabajo colectivo para crearse en los “terrenos recuperados en estos años de guerra”, bajo las siguientes reglas:

  1. Deben ser acordadas por los pobladores de una región.
  2. Está prohprohibido el cultivo de drogas y la entrada de empresas o industrias, así como la venta de las tierras.
  3. No hay impuestos, ni diezmos.
  4. El fruto del trabajo pertenece a quienes laboren la tierra en el tiempo acordado.
  5. Las instalaciones construidas se mantendrán para el próximo grupo.

22 de marzo: álgido debate entre las izquierdas

Como los zapatistas han destacado en el conjunto de artículos, su período de silencio no fue una decisión consciente y meditada para implementar los cambios dentro de sus comunidades.

No obstante, los ataques armados contra la comunidad Autónoma Moisés y Gandhi que dejaron a Jorge López Santíz herido, rompieron con el silencio de la guerrilla. Estos eventos, ocurridos el 22 de mayo del año pasado, llevaron al EZLN, respaldado por más de 800 organizaciones civiles y más de mil personas públicas, a advertir que Chiapas se encontraba “al filo de una guerra”.

Lo anterior llevó a los zapatistas al ojo público y detonó un álgido debate con el gobierno federal sobre la situación de violencia en el sureño estado. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador sostuvo: “En general hay paz, hay tranquilidad en Chiapas. Un ejemplo bastante ilustrativo es lo de Ocosingo, ahí vemos que no tenemos muchos problemas en lo que tiene que ver con enfrentamientos en las comunidades”. La insurgencia refutó: “En las comunidades rurales el problema es más grave aún”.

EZLN: una lucha del pasado para el futuro

El levantamiento en armas e inicio de la “Guerra Contra el Olvido” se enmarcó en la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá. De acuerdo con el expresidente de México y principal impulsor de la introducción del neoliberalismo, Carlos Salinas de Gortari, el intercambio entre las naciones abriría las puertas al primer mundo. Paralelamente, en el espesor de la Selva Lacandona, se gestaba el movimiento insurgente que buscaba justicia para quienes no estaban incluidos en el desarrollo impulsado por las élites económicas del país.

Fue entonces cuando el alzamiento se produjo el primero de enero de 1994, con el EZLN levantándose en armas en distintas ciudades de Chiapas. Exigieron las renuncia del entonces presidente Salinas de Gortari, denunciaron las políticas neoliberales que profundizaban la desigualdad en México y demandaron derechos para la población.

Para reprimir la rebelión, el gobierno mexicano mandó un aproximado de 70 mil efectivos del Ejército Mexicano. Después de 12 días, un saldo importante de víctimas y masivas movilizaciones de la sociedad civil, el gobierno federal declaró un alto al fuego unilateral.

A finales de 1994, la guerrilla consolidó su control en 38 municipios de Chiapas a través de la campaña militar “Paz con Justicia y Dignidad para los Pueblos Indígenas” que implementó con el apoyo de la población civil, reafirmando su respuesta sólo en ataques militares o paramilitares.

Entre 1995 y 1996 se instauraron las mesas de diálogo de San Andrés, en las cuales se revisaron las causas del levantamiento y las propuestas para el ‘Derecho y la Cultura Indígena’; sin embargo, las imprecisiones en las modificaciones constitucionales provocaron desacuerdos entre las partes, en específico en el caso de la autonomía.

Las conversaciones entre la organización político-militar y el gobierno terminaron en febrero de 1996 con la firma de los Acuerdos de San Andrés, en los cuales el Estado se comprometía a reconocer a los pueblos indígenas constitucionalmente y su autonomía. Poco tiempo después de la firma de los Acuerdos de San Andrés, el priísta Ernesto Zedillo Ponce de León los desconoció sin dejar espacio a una negociación real.

Con el panista Vicente Fox en la silla presidencial, el EZLN encabezó una movilización para defender el proyecto de reforma en materia de pueblos indígenas. Nuevamente, la clase política mexicana mostró su rechazo a los Acuerdos de San Andrés, dejando la reforma constitucional sin lo dialogado en 1995 y 1996. Por tanto, el grupo insurgente mostró su rechazo al texto final de la reforma constitucional e inició la construcción de su propia autonomía con los caracoles y las Juntas del Buen Gobierno.

Desde entonces, la guerrilla se convirtió en un símbolo de resistencia y lucha indígena en el mundo. Hoy, su voz vuelve a poner las luces en las montañas de Chiapas y, sobre todo, agudiza el debate sobre el futuro de la sociedad mexicana.