Guillermo Valdés, accionista de GEA-Isa y exdirector del CISEN entre 2007 y 2012, habría influido en que los resultados de las elecciones del 2006 favorecieran a Calderón.
09/11/2023 (Ciudad de México). Durante su conferencia mañanera de este 9 de noviembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) criticó el papel de Guillermo Valdés en las elecciones de 2006, uno de los principales socios en la empresa encuestadora GEA-Isa. AMLO acusó que Valdés intervino en la definición de las elecciones a partir de que las encuestas de la empresa a la que pertenece favorecieron artificialmente la percepción de un triunfo “asegurado” para el expresidente por el Partido Acción Nacional (PAN).
Posteriormente, una vez que Calderón Hinojosa tomó posesión como presidente, el accionista de GEO-Isa y economista egresado del ITAM fue nombrado director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, lo cual es interpretado por AMLO como la prueba de que había conflicto de interés. A pesar de la importancia que el presidente le da a la influencia de un personaje como Valdés, es posible que con ella se haya buscado más que inclinar la percepción de los votantes en 2006 en favor de Calderón.
Así, desde las instituciones públicas, distintos funcionarios favorecieron la imagen de Felipe Calderón como presidente y de Genaro García Luna como secretario de Seguridad Pública y coordinador de la llamada “guerra contra el narcotráfico”. Desde esa posición de poder, se impulsó en la opinión pública la idea de que Felipe Calderón habría luchado “frontalmente” contra el narcotráfico y que García Luna se encargó de la coordinación de esta “batalla frontal”.
Por fortuna, lejos quedaron esos años, sobre todo luego de que, con la sentencia por narcotráfico y lavado de dinero que recibió García Luna en febrero de este año, se revelara la intención abierta de la mano derecha de Calderón de obtener dinero de los cárteles de la droga. Gracias a ello, hoy es posible observar en retrospectiva cómo es que esa idea de un presidente que encabezó una “cruzada” contra las drogas fue tan aceptada por la opinión durante mucho tiempo.
Así, por ejemplo, Guillermo Valdés ha sido considerado “especialista” en seguridad en espacios de la academia y de la prensa, por lo cual sus “hipótesis” terminan siendo citadas por múltiples actores sin mucho cuestionamiento. Sin embargo, su compromiso político es cada vez más evidente y, una vez que Andrés Manuel llegó a la presidencia, dejó de lado su papel como especialista en seguridad pública y comenzó a atacar de manera abierta y colérica cualquier acción implementada por este gobierno desde su columna en Milenio.
Por otro lado, al haberse comprobado que García Luna aceptó sobornos de, al menos, el Cártel de Sinaloa y los Beltrán Leyva, ha existido una concentración excesiva en el papel que tuvo el exfuncionario calderonista en la reproducción del narcotráfico. Sin embargo, algo que no se toma en cuenta es que también pareció incursionar en irregularidades relacionadas con el espionaje y la difusión de información privilegiada desde su posición de poder.
Luego de su detención en 2020, se hizo público un posible esquema de corrupción que permitió la fuga de información clasificada desde la Secretaría de Seguridad Pública hacia la empresa Icit, dirigida por José Antonio Polo, cercano a Felipe Calderón. Así, mientras Polo aún se desempeñaba como jefe de asesores del expresidente Felipe Calderón en 2012, también dirigió la empresa desde la que se asesoraba a distintos agentes privados para que invirtieran en México gracias a la información privilegiada en materia de seguridad con la que contaban los exfuncionarios calderonistas.
Pero Polo no sólo sería una bisagra en este complejo esquema de tráfico de información, sino también ha fungido como director de facto de la organización de la sociedad civil especializada en policías, Causa en Común A. C. Mientras tanto, su directora formal, María Elena Morera Mitre, es conocida por su papel en la legitimación de la guerra calderonista desde distintos espacios de la sociedad civil.
Al igual que Valdés, en su faceta como columnista, Morera Mitre se ha concentrado cada vez menos en su papel de especialista en seguridad y se ha volcado en una ola de críticas contra el presidente desde que inició su periodo presidencial en 2018. Por su parte, luego de la publicación de la información sobre Icit y de las acusaciones contra García Luna, Polo, el director de facto de Causa en Común, ha tomado un perfil más bajo en las redes sociales y la prensa mexicana.
Por último, en esta forma de influir, también debe considerarse el papel que la academia jugó en la legitimación de la guerra calderonista. Así, por ejemplo, se ha criticado la publicación del libro Las bases sociales del crimen organizado y la violencia en México, coordinado en 2012 por José Antonio Aguilar. En él se incluyeron los textos de varios especialistas de renombre en materia de seguridad, pero fue publicado por el Centro de Investigación y Estudios en Seguridad, perteneciente a la Secretaría de Seguridad Pública. Además, fue prologado por su director, Genaro García Luna.
Aunque, de acuerdo con los artículos incluidos, los especialistas parecen haber publicado sus reflexiones desde una posición autónoma y auténticamente científica, lo cierto es que, de fondo queda la pregunta del por qué un actor que había participado ya en la economía ilegal por varios años se interesó en publicar y prologar un texto académico de tal magnitud. No pocos relacionarán esa jugada del llamado “súper policía” con la imagen de un sujeto “especializado” en inteligencia que buscó proyectar y para lo cual era capaz de hacer lo que fuera, incluyendo la invención de bandas criminales y la puesta en escena de montajes para capturarlas, como en el caso de Florance Cassez e Israel Vallarta.
Igualmente, como exmiembros de los gabinetes de seguridad, funcionarios públicos panistas como Guillermo Valdés o Fernando Castañeda y Rubén Aguilar – estos últimos, funcionarios de Vicente Fox Quesada (2000-2006)–, han publicado libros que terminan siento muy citados por la academia mexicana y norteamericana, divulgando versiones afines al calderonismo. Precisamente, textos de estos autores como La Historia del Narcotráfico en México, del primero, o El narco: la guerra fallida,de los últimos, terminaron siendo títulos bastante aceptados por la prensa y la academia norteamericanas como fuentes “especializadas”. No está de más aclarar que en ellos se reproduce la idea de la “guerra frontal” contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón.
Independientemente de la voluntad de estos agentes mediáticos, el carácter “privilegiado” que su papel como exfuncionarios de seguridad les brinda, les permite ser considerados “especialistas” en la materia. Su cercanía ideológica con el calderonismo hace el resto para que difundan la versión de que su guerra se trató de un ejercicio desde la buena voluntad, pero que no resultó por el tamaño del enemigo a vencer.
En su libro Los cárteles no existen, Oswaldo Zavala estudió precisamente cómo durante el sexenio de Calderón se puede manifestar una suerte de “monopolio” en la generación de narrativas y referentes simbólicos para explicar al narcotráfico. A partir de su lugar privilegiado y en un contexto donde premia la falta de información, los agentes de la seguridad replican versiones que los medios de comunicación reciben como verdades, lo que implica “un control político de la opinión pública para facilitar la tolerancia colectiva de esas oleadas de violencia que de otro modo resultarían inaceptables”.
Sin embargo, a partir de observar cómo actuó el grupo afín al calderonismo una vez concluido su periodo, se observa que los agentes de la prensa privada también son relevantes para la inclinación de la opinión pública, sobre todo cuando se les consulta como “especialistas” en los distintos medios corporativos. De tal suerte, se observa que no siempre se necesita de una conspiración para la reproducción ideas imprecisas desde una lógica de poder y en favor de un grupo político.