Un enorme operativo de las milicias islamistas radicales de Hamás, desplegado desde la madrugada del sábado pasado, tuvo efectos devastadores en la parte sur de Israel. Un tendal de 700 muertos, la gran mayoría civiles y algunos soldados; más de 2000 heridos, muchos de ellos al borde de la muerte, y 130 rehenes. El ataque tuvo también entre sus objetivos el festival de música electrónica Supernova, que congregó a miles de personas en el desierto, cerca de Palestina, y que coincidía con la festividad de Sucot o “Fiesta de los Tabernáculos” que tiene origen bíblico y es parte de la religión judía. Para mayor complejidad, se debe anotar que esta festividad judía coincide con “La noche de Mawlid” que es cuando los musulmanes celebran el natalicio del último profeta, Mahoma.
Hamás, o Movimiento de Resistencia Islámica, es una organización militar-política que se declara yihadista y nacionalista. Cree en la guerra santa (Yihad) y en el último tiempo ha declarado que para lograr su liberación el pueblo palestino debe aprender del pueblo afgano, cuyas tierras fueron invadidas y ocupadas por Estados Unidos y Europa el 2001 y veinte años después, tuvieron que sacar sus tropas raudamente de Kabul. El sacrificio en nombre de la fe empuja a estas milicias, que creen que los mártires –vale decir los que entregan la vida combatiendo al infiel- ganan la inmortalidad.
Medios europeos como la alemana Deutsche Welle, que no puede ser sospechada de propalestina y que ha dedicado varios incisivos reportajes a este conflicto, se preguntan cómo pudo Hamás reunir no sólo la potencia militar sino también la fuerza social como para dar el golpe que dio. DW sostiene que el pueblo palestino de la franja de Gaza, que desde el 2006 está controlado por Hamás, soporta desde hace años los rigores y el abuso de las tropas israelíes, así como de los colonos israelíes recientemente asentados en tierras cercanas o que son parte de la franja. Esos niveles de violencia cotidiana, que han dejado muchos muertos, heridos y presos han legitimado el orden social militarista de Hamás, además de incubar una horrible y estremecedora retaliación, la que vimos en este fin de semana.
Mahatma Gandhi decía sobre la Ley del Talión: “Ojo por ojo y todos quedaremos ciegos”. Esto, ni más ni menos es lo que en estas horas se vive en Cercano Oriente. Luego del ataque de Hamás, es el gobierno israelí de Benjamín Netanyahu cuyo partido es el “Likud”, una organización de ideología supremacista, pues cree que el pueblo elegido por Dios –los judíos- debe prosperar aunque eso signifique doblegar a otros pueblos. El Likud y Netanyahu actúan en nombre de la fe judía y bajo preceptos sionistas. El Likud es la contracara de Hamás y, así como entre la facción palestina más radical cundió el ejemplo ya comentado de Afganistán, en el Likud ven con mucho interés lo que acaba de suceder en Nagorno Karabaj, donde un triunfo aplastante del ejército de Azerbaiyán forzó la retirada masiva de los armenios de un territorio en disputa.
El ataque de Hamás fortalece y consolida a Netanyahu, que así logra neutralizar las masivas protestas que en varias ciudades de Israel se dieron contra su reforma judicial. Netanyahu logra poner al país y a un gran número de países tras de sí, mostrando el horror del ataque de Hamás y las víctimas civiles que causó. Por el momento, para buena parte de la comunidad internacional, las anteriores víctimas –palestinas- han pasado a un segundo plano. Bajo órdenes del Netanyahu las fuerzas armadas de Israel –las más poderosas del Oriente Medio y una de las más poderosas del mundo- respondieron a enorme escala con bombardeos de gran poder destructivo sobre las ciudades palestinas, causando al menos 600 muertos, la gran mayoría civiles.
En reunión de urgencia realizada este domingo, el Consejo de Seguridad de la ONU sólo ha podido priorizar la protección de civiles israelíes y palestinos, no alcanzando otros consensos, por las posturas diferenciadas y hasta en curso de colisión que tienen Estados Unidos –que respalda militarmente a Israel y que prefiere esperar a que madure la respuesta armada- frente a Rusia y China – que se orientan a un alto el fuego de ambas partes inmediato.