En el marco de la conmemoración de los cincuenta años del golpe de Estado al Gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende, el presidente Andrés Manuel López Obrador acudió a la Embajada de México en Chile este domingo 10 de septiembre para reunirse con el Presidente Gabriel Boric, además de otorgar la Orden Mexicana del Águila Azteca póstuma al presidente chileno Salvador Allende.
A continuación reproducimos de forma íntegra el discurso pronunciado por el mandatario mexicano.
Amigas, amigos de Chile,
Presidente Gabriel Boric,
Escribí este texto para no improvisar los sentimientos que se producen en un acto como este, dice así:
El prestigio de la política exterior de México lo heredamos del presidente Benito Juárez, se refrendó con el presidente Lázaro Cárdenas –sobre todo con la protección y el asilo a perseguidos del mundo de diversas culturas e ideologías, a los españoles de la Guerra Civil, y también a integrantes de la comunidad judía– y esa política consecuente también se manifestó en importantes decisiones de los gobiernos postrevolucionarios que distinguieron a nuestro país en el concierto de las naciones, en especial, por sus actos humanitarios y de solidaridad.
Es un timbre de orgullo el que México haya sido el único país que votó en contra de la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos, la OEA. Y como lo estamos recordando ahora, en 1973 México, su pueblo y su gobierno, mostró con palabras y con hechos nuestro apoyo a los defensores de la democracia en Chile, víctimas de un golpe de Estado que causó la muerte del presidente Salvador Allende, estadista y ser humano excepcional.
Pero en esos tiempos funestos hubo también golpes de Estado en otros países latinoamericanos, y México abrió sus puertas a muchos perseguidos por las dictaduras de Bolivia, Uruguay, Argentina, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y otros países. En mis tiempos de estudiante tuve profesores de Chile, de Bolivia, de Haití, de Uruguay, de Argentina, exiliados en México. Fue una época muy fecunda para las ciencias sociales, pero también muy dolorosa para América Latina, por el sufrimiento que provocó el totalitarismo a muchos pueblos de nuestra América; a la par, fue un tiempo de mucha reflexión y análisis. En esos tiempos surgió nuestra convicción en favor de la transformación por la vía pacífica y electoral, con el ejemplo inigualable que nos legó el presidente Allende, eso no debemos olvidarlo, él fue el que abrió el camino para llevar a cabo transformaciones por la vía pacífica, por la vía electoral. Desde entonces, y con todo respeto a los partidarios de la transformación por la vía armada, promovida por una vanguardia del pueblo que se propone lograr cambios en la estructura del poder, nosotros siguiendo las enseñanzas del presidente Allende apostamos a que con la toma de conciencia de amplios sectores de la población es posible echar a andar y hacer realidad la transformación que requieren los pueblos de manera pacífica, con menos sacrificios y posiblemente con mayor profundidad. A veces los objetivos de las revoluciones no se obtienen o no perduran porque no se hacen acompañar de cambios de mentalidad en la población que permitan, con su participación activa y consciente, contrarrestar las desviaciones que se originan cuando los dirigentes de los procesos de transformación no actúan de manera congruente o se corrompen. En otras palabras, no tiene sentido llegar al poder si la gente va a seguir pensando igual; en nuestra experiencia, la transformación ha sido posible porque la internalizó el pueblo, es producida por la gente, aplicada y defendida por el pueblo.
Lo aquí expuesto puede parecer inalcanzable, utópico, pero siempre debe mantenerse la convicción de que es posible lograr este propósito de transformar esta realidad de injusticias mediante la vía pacífica y electoral; nuestro movimiento es un ejemplo de ello. En poco tiempo hemos avanzado mucho: hemos contribuido a cambiar la mentalidad de amplios sectores del pueblo de México, le llamamos Revolución de las conciencias. Y esto nos ha permitido poner al desnudo al régimen de corrupción y privilegios con sus formas de control y manipulación, y ahora es el pueblo de México el principal protagonista de la vida pública. Se acabó la simulación. No hay una oligarquía dominando con fachada de democracia y algo muy importante, que lo expreso recordando al presidente Allende, como un homenaje a él: decirle que hemos logrado en México reducir la pobreza y la desigualdad, en 2010 cuando gobernaba México un presidente espurio, conservador, la diferencia entre los ricos y los pobres era de 35 veces, tenían 35 veces más los ricos que los pobres; ahora la reciente encuesta del instituto de estadística de nuestro país, la diferencia es de solo 15 veces, todo esto lo hemos logrado combatiendo la corrupción acabando con los privilegios y con un gobierno austero y siempre atendiendo a los más necesitados porque sostenemos que por el bien de todos, primero los pobres.
De modo que ustedes, amigas, amigos, que vivieron el exilio en México, pues son protagonistas principales de esta historia, de este proceso de transformación que se está viviendo en nuestro país. Recuerdo a mis maestros de Chile, recuerdo a mi maestro de la Facultad de Ciencias Políticas, Carlos Morales, a muchos más; cómo olvidar que cuando trabajé de director del Instituto Nacional Indigenista en las comunidades chontales de Tabasco, 1977-1982, me acompañó, entre otros, Héctor Luis Morales, que no he podido dar con él aunque me han dicho que vive en California, pionero en la defensa del medio ambiente, y todavía no salgo de mi asombro cuando Jaime Suárez Bastidas, quien fue secretario del presidente Allende, en una de las largas pláticas que sostuvimos en la Ciudad de México me recordó por primera vez, un chileno, la frase del presidente Juárez, según la cual: “el triunfo de la reacción es moralmente imposible”.
Podría contar muchas anécdotas, pero quiero terminar de manera sencilla. Sólo recordándole a la familia Allende que están en nuestro corazón, recordándoles a todos ustedes lo que ya saben y han vivido: que México al igual que Chile, es su patria.
¡Que viva Chile!
¡Que viva Salvador Allende!
¡Viva México!