18/12/2024 (Ciudad de México). Ha generado una nueva crisis en el gobierno canadiense la inesperada renuncia de Chrystia Freeland, viceprimera ministra que ocupó también el cargo de ministra de Finanzas, siendo considerada la autoridad con mayor proyección política después del primer ministro Justin Trudeau.

Freeland viene del periodismo, donde labró una exitosa carrera como columnista en el Washington Post y en The Economist, para luego convertirse en editora de los periódicos Financial Times en Londres, y los canadienses The Globe and Mail y Thomson Reuters.

Del análisis pasó a la práctica política, ganando un curul en el Parlamento Federal el año 2013, como candidata del Partido Liberal de Canadá, siguiendo así la estela de su padre, Donald Freeland, un histórico dirigente de esa organización política. Dentro del Parlamento se caracterizó por sus posiciones plenamente hostiles al presidente de Rusia, Vladimir Putin, de cuya trayectoria tiene un conocimiento muy riguroso, pues fue autora de los libros “Sale of the Century” (La Venta del Siglo), sobre el turbio tránsito de Rusia desde el socialismo de Estado al capitalismo más voraz, y “Plutocrats”, sobre el surgimiento de una burguesía rusa asentada en negocios ilegales.

Dentro del liberalismo canadiense ocupó el ala derecha. Como parlamentaria tuvo posturas inflexibles en relación al apoyo a Ucrania, desde aquél 2014 en que se produjo el EuroMaidán -considerado por Rusia como un golpe de Estado pro occidental y por ella como una revolución liberadora- hasta la actual guerra en la que, ya ocupando el cargo de viceprimera ministra, se ocupó de coordinar el respaldo canadiense a Volodymir Zelenski. También en relación a Venezuela, promovió la fundación del “Grupo de Lima” el 2017, el reconocimiento ese mismo año de Juan Guaidó como “presidente en funciones” y, desde el 2019, apoyó las sanciones económicas como mecanismo para llevar a la caída del régimen chavista de Nicolás Maduro.         

El actual alejamiento entre Justin Trudeau y su más cercana colaboradora se da, no por estos temas de política exterior, sino por diferencias programáticas en la gestión económica interna. La ex ministra Freeland planteó que Canadá debería prepararse para una futura guerra arancelaria con Estados Unidos (anunciada por el presidente electo de ese país, Donald Trump), para lo que necesitará recursos fiscales y controlar desde ahora el gasto público.

El primer ministro Trudeau, preocupado por la caída en encuestas que sitúan su respaldo veinte puntos por debajo del líder del Partido Conservador de Canadá, Pierre Poilievre, se inclina por entregar un “apoyo fiscal” de 250 dólares canadienses (175 dólares estadounidenses) a millones de mujeres y hombres canadienses que pagan impuestos.

La dimisión de Freeland, aunque fue sustituida rápidamente en su cargo por Dominic LeBlanc, generó un desgaste gubernamental que debilita aún más al Partido Liberal, en el poder con Trudeau desde hace 15 años. Se fortalece el Partido Conservador, que maneja un discurso nacionalista, llegando a plantear excluir a México de los tratados comerciales que tienen los tres países de América del Norte (México, Estados Unidos, Canadá) bajo el formato de T-MEC.

Trudeau fue, hasta hace algún tiempo, el más firme defensor del T-MEC, pero el impacto del discurso proteccionista de la derecha, que afirma que la industria del automóvil se estancó en Canadá mientras que en México se dinamizó, o que el incremento del número de migrantes provenientes de países del sur del continente le quita trabajo a los obreros canadienses, ha tenido como consecuencia que el primer ministro afirme hace poco: “Aunque el T-MEC es un éxito para los tres países, no rechazo ninguna posibilidad. Estamos dejando la puerta abierta, porque mi trabajo es y siempre será defender a los trabajadores canadienses, defender la economía canadiense, defender los intereses canadienses”.

Con todo y estos demagógicos giros discursivos, está claro que el próximo presidente estadounidense, Donald Trump, no confía en las ideas liberales de Trudeau y preferiría que en Ottawa gobernase la derecha conservadora. Así se explica que, en un mensaje en la red social Truth, a propósito de la crisis del gobierno liberal, afirmó. “El Gran Estado de Canadá está atónito porque la Ministra de Finanzas dimitió o fue despedida de su cargo por el Gobernador Justin Trudeau”. Claramente, al referirse a otro país como “gran Estado” y a su primer ministro como “gobernador”, nuevamente Trump acude a las afrentas para acelerar el desgaste gubernamental en su vecino del norte.