06/11/2024 (Ciudad de México). En Estados Unidos Donald Trump ganó la elección presidencial, logrando imponerse en la mayor parte de los estados, pero particularmente en los más polarizados, los siete conocidos como “swing states”: Wisconsin, Nevada, Arizona, Pensilvania, Carolina del Norte, Michigan y Georgia.

Trump sorprendió incrementando su votación del 2020, ahora entre la población de origen latino de segunda generación y entre los jóvenes trabajadores sin estudios universitarios. Está claro que el énfasis en la seguridad migratoria y en la seguridad económica, con la que los conservadores dirigieron su campaña, tuvo fuerte impacto en estos segmentos tan importantes de la ciudadanía.

Los republicanos tendrán el control del Senado, estando aún en disputa la Cámara de Representantes, en escrutinios que se prolongarán una semana. El Partido Demócrata trata de alcanzar mayoría en esa instancia, para así salvar una elección perdida por sus propias contradicciones. En efecto, trataron de presentarse como liberales que defienden los derechos, con tintes hasta progresistas, mientras asumían parte del duro discurso conservador -xenofóbico y racista- contra los migrantes que enarbolaron los Republicanos, o mantenían un apoyo incondicional a Israel en la matanza genocida de la Franja de Gaza.

Con los resultados puestos, las otras potencias mundiales (China, India, Rusia, Unión Europea) comienzan a asimilar el nuevo escenario abierto con el retorno del magnate a la Casa Blanca. El astuto gobernante indio, Narendra Modi, inmediatamente ha llamado a su “amigo Donald Trump”. China ha optado por una diplomática declaración, afirmando que la elección “es un tema interno de los Estados Unidos”. Putin en Rusia parece preferir un mandato republicano, pero tampoco quiere correr riesgos y sólo declaró que “le juzgará por sus actos en Ucrania”. La pragmática presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha optado por el realismo, recordándole a Trump que “Europa y Estados Unidos con más que simples aliados”.

En América Latina, queda claro que este resultado va a fortalecer los proyectos neofascistas, que ya están gobernando en Argentina con Javier Milei, en El Salvador con Nayib Bukele y en Perú con Dina Boluarte. Esto agudizará las tensiones entre esos gobiernos con los gobiernos progresistas, cuyas más claras expresiones son Lula da Silva en Brasil, Gustavo Petro en Colombia y Xiomara Castro en Honduras, lo que puede debilitar aún más los procesos autónomos de integración, una de cuyas máximas expresiones fue la “Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe” (CELAC), que formalmente cuenta con todos los países del continente, menos Estados y Canadá.

Para México, que vive un intenso proceso de transformaciones políticas y sociales, pero que comparte una extensa frontera de más de 3.000 kilómetros con su poderoso vecino del norte, y es también su principal socio comercial, el retorno de Trump puede significar mayores tensiones fronterizas (recordemos que una frase de campaña del magnate fue “estamos siendo invadidos por México”) y desacuerdos económicos, ya que el republicano amenazó con imponer mayores aranceles a la producción mexicana. La presidenta Claudia Sheinbaum, antes y después de las elecciones, manifestó su seguridad en que “va a haber una buena relación”, recordando que “somos complementarios, no somos competidores”.

También el triunfo del ultraderechista, va a generar escenarios de riesgos aún mayores para países como Cuba y Venezuela, que no están alineados a Washington.